Eso de saber que uno no tiene La Verdad, sino que ha de ir buscándola, a través de la maraña de opiniones absolutistas con que nos bombardean cada día, desde todos los ángulos, hace que cada vez tenga que hacerse más preguntas.

¿Cuál es la línea divisoria entre el afán de justicia y el de venganza?. ¿Se puede ser objetivo, mientras se está arrebatado por la pasión, humanamente comprensible, de la cólera, la indignación o el miedo?.

Pero, ¿no tenemos el deber inexcusable de respetar y solidarizarnos con el dolor de las personas a quienes la violencia asesina les ha arrebatado a seres queridos?. Sólo ellas pueden tener el coraje de perdonar a los asesinos; nadie puede exigírselo.

¿Por qué a la lista de los delitos tipificados en el vigente Código Penal y sancionados con la Pena de Prisión Permanente Revisable no se añadieron los de los grandes ladrones financieros y traficantes de drogas y armamento?. ¿Acaso no causan más muertos que los anteriores?.

¿Es compatible la Prisión Permanente Revisable con el art. 15 de la vigente Constitución que señala como finalidad de todas las penas de prisión la educación y reinserción social?. ¿Tienen las actuales cárceles los suficientes medios humanos y materiales para cumplir esas elevadas funciones?.

Hay exaltados que aprovechan la ocasión para reclamar la modificación de la Constitución, derogando ese art. 15. ¿Por qué no para pedir la cadena perpetua o la pena de muerte?.

¿Cuándo es exacto y no hipérbole calificar un evento como histórico?. Se aplica, sin demasiado rigor, a mi juicio, a hechos muy diversos. ¿No lo oímos, por ejemplo, para calificar a un gol, a la consecución de una medalla deportiva, a un concierto, a una manifestación, a una batalla, al triunfo de un político en una contienda electoral…?.

¿No deberíamos reservar ese calificativo para avatares que reúnan dos condiciones: que haya transcurrido el suficiente tiempo desde que ocurrió para enjuiciar si fue tan trascendental y que no se trate de algo único, sino que tenga antecedentes y consecuencias observables?.

¿Podemos llamar históricas a las recientes manifestaciones del 8 de marzo?. ¿No hay cierto apresuramiento al calificarlas así?. ¿No debiéramos esperar a ver lo que ocurre como consecuencia de las mismas?.

¿Habrá quien se sorprenda de las reacciones sardónicas e incluso histéricas -aunque no tengan útero- de ciertos varones recalcitrantes ante las mismas?. ¿Habrá que preguntarse a qué tienen miedo?. ¿A perder posiciones de dominio y prevalencia?.

¿Por qué hay quienes se empeñan en negar las desigualdades de género y se refugian en definiciones gramaticales y en recordar las diferencias anatómicas?.

¿Es de extrañar la pervivencia del sistema patriarcal mientras tantos varones y ¡mujeres! lo sustentan empecinadamente?.

¿No hemos de pensar que tienen razón venerables prelados al condenar la ideología de género como perversa y contraria al Plan de Dios?. ¿No es un pecado estructural la ideología de género patriarcal-capitalista que es un contra-Dios, pues oprime a la mayoría de la humanidad?.

¿Pueden ser felices los esclavos?. ¿No habrá que contestar que sí, si están tan domadas/os que aman y necesitan las cadenas que les aprisionan?.

¿Por qué habrá quienes no comprendan que personas libres se solidaricen con las oprimidas y luchen junto a ellas y a favor de ellas?. ¿No se dan cuenta que nadie es enteramente libre mientras haya un sólo esclavo en la tierra?.

¿No ha llegado la hora de pasar a una sociedad post-capitalista?. ¿No hay que acabar con el fetiche del trabajo asalariado para, a partir de los sujetos “sobrantes”, construir otras formas comunitarias, superadoras del individualismo?. ¿No se trata de superar la lógica masculina de dominación y sustituirla por la femenina del cuidado que abarca la reproducción social y la regeneración de la naturaleza?.

¿No tenemos que laborar por esa utopía de que desaparezcan los géneros por haber alcanzado la igualdad en el respeto a las diferencias?. ¿No es un ideal que haya un solo género -ese constructo social elaborado a partir de la diferencia sexual-, por que todas y todos hayamos abrazado el modelo materno del don gratuito, ese intercambio original de bienes para la subsistencia?.